La drogadicción es para la Institución, un síntoma antes que una enfermedad, en el sentido de una entidad nosológica definida. Es la incapacidad de resolución de la realidad, expresada en un posicionamiento permanente de huida, ante la imposibilidad de dar respuesta a un universo de significaciones que es vivenciado como insostenible.
En el origen de la problemática adictiva, se observa el atravesamiento de dos grandes vertientes: la historia individual, y los conflictos que caracteriza desde su iniciación, por las relaciones precarias e insatisfactorias, tanto con los padres como con el medio. Con frustraciones micro y macro abandonicas condicionantes de una frágil personalidad, desprovista de recursos internos adecuados, como respuesta y enfrentamiento a las situaciones traumáticas mencionadas.
No es el adicto en consecuencia, sujeto capaz de tolerar las restricciones y negaciones por demasiado tiempo. Como resultante de esta limitación, emerge la impulsión como intolerancia a la demora. Abandona en rápida sucesión por insatisfactoria, cualquier opción en su infructuoso esfuerzo por saciar su anhelo de seguridad básica. En este marco es en donde aparecen, como compensaciones accesorias, las drogas, (inductores maniacas) en un intento de preservación magica omnipotente de resguardo ante la vivencia de desintegración.
La validez de la internación, la ruptura de la configuración familiar que fundó en el pasado, y sostiene en el presente el cuadro adictivo del paciente, es la primera de las consecuencias directas a inmediatas del acto de internación. La separación enmarca a la familia, en una real imposibilidad de sostenimiento de las relaciones familiares patógenas en cuyo seno se fraguó la adicción.
Este primer resultado espontáneo, mérito independiente de cualquier línea de abordaje institucional, alcanza al grupo de pertenencias que actuó como familia sustitutiva y que protegió, suministro drogas y las ocasiones propicias para consumirlas, emergiendo en su reemplazo, un nuevo grupo de referencia y pertenencia.
Privilegiar entonces la internacion como herramienta del corte del círculo adictivo, es entender que el cambio, como opuesto a la rigidizacion de las estructuras patológicas afianzadas, es el único instrumento factible ante la caída de la identidad.
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Publicada por Cuarta Opcion en Viernes, 26 de julio de 2019
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